Frente a esta pieza aparece su antítesis: un volumen macizo, suspendido a partir de los 2,60 metros de altura, que flota sobre el otro lado del pasillo. Esta caja técnica resuelve las instalaciones y define la zona de la cocina y el estudio. Se concibe como un plano lleno por arriba y diáfano por debajo, permitiendo que los espacios respiren y se conecten visualmente con el resto de la vivienda. El estudio, delimitado por puertas correderas, puede abrirse al resto de la casa o aislarse cuando se necesita silencio y concentración. El lavabo de la cocina se sitúa de forma estratégica de forma que da servicio no solo a lo doméstico, sino también al espacio creativo: se lavan platos y pinceles.

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La casa está pensada como herramienta, como aliada en el día a día de quien la habita.

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En ambos espacios, así como en el dormitorio, se conserva el suelo hidráulico original descubierto durante la demolición.

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Un gran lienzo circular situado en el techo preside la zona del salón. Este elemento va cambiando con el paso de las estaciones; distinta luz, colores y vegetación que transforman la atmósfera del espacio dependiendo de la época del año. Una colección de cuadros —regalos de amigos y referentes como Paco Roca, Irene Linares o Hugo Barros— se despliega sobre una de las paredes a modo de galería íntima que refleja la pasión del propietario por el arte y por su profesión.
Al igual que la estantería, los primeros rayos de sol recorren la vivienda de extremo a extremo, generando una atmósfera diferente en cada hora del día.

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Algunos detalles peculiares completan el relato: tiradores en forma de ojo, una mano cerámica que da la bienvenida o la cabeza de un pato vigilando el estudio.

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Casa Artista es todo lenguaje, símbolo y juego; una obra donde conviven hogar, oficio y pasión.

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